Pienso en Paraguay. Y, por supuesto, pienso en las próximas elecciones. Y al hacerlo, pareciera que la sangre empieza a circularme por las venas de forma más intensa. ¿Una elección más, de las tantas que hemos tenido desde la transición democrática? No. Desde aquí, desde la tierra receptora del mayor flujo de migrantes paraguayos de la actualidad me voy convenciendo, experiencia de por medio, que no es lo mismo, y que ya no puede ser igual que antes.
En el transcurso de estos meses, en mi estadía en España, me he permitido reencontrarme con muchos conocidos, de los que perdí la pista hace años, con compueblanos, con algunos parientes, y con compatriotas, a los que nos une simplemente el disfrute de un tereré, en cada sorbo rigurosamente vivido y sentido. Un pequeño Paraguay, que no figura en ningún mapa, en ningún plan, ocultado aquí y allá. Tierra sin mapa, territorio de mate y tereré, de chipa y de sopa. Encuentro tras encuentro, siempre hablamos de las elecciones y la política paraguaya. Como tratando de inventar ese país que queremos. Aquí no se vota, por supuesto, así que es el puro imaginario de ese Paraguay posible... lo que queda, lo que dignifica. Sentados en un parque al sur de Madrid, conversamos con una compatriota que vino hace unos años a trabajar. Le pregunté, entre mate y mate, qué pensaba de las elecciones. La respuesta: "Estoy aquí trabajando, manteniendo a mis hijos allá, ayudando a la familia, y perdí el interés a la política y en los políticos paraguayos" Sin embargo, con una sonrisa elocuente y reveladora, sentenció: "Pero,... el cambio no vendría nada mal". En el metro, el domingo último, mis oidos testificaron a dos paraguayos que intercambiaban pareceres sobre el proceso eleccionario:
"los políticos son todos iguales" decía uno, al tiempo de que la respuesta era: "no nos dejan votar aquí por que no les conviene". Yo contemplaba, como en tantas otras ocasiones, conversaciones en guaraní. En el Centro Hispano paraguayo de la comunidad de Madrid, (donde siempre se encuentra a los compatriotas, ya que además de ser un punto de encuentro importante para inventar por unas horas el "paraguaycito" -como dirían aquí, se encuentran ofertas de trabajo), una señora recién llegada, quien aseguró que participaría en el debate entre presidenciables paraguayos de este fin de mes en España, dijo: "participaré si o si en ese debate. Tengo muchas cosas que decirle a los candidatos. Soy paraguaya aún, y no me pueden olvidar. Y me gustaría votar. Se que no puedo, y ni se para que vienen, si no vamos a ir a votar, pero, quiero que escuchen mi voz".
En este contexto, me toca hacer la pregunta obligada: ¿Por qué se mira en 2008, de otra manera una elección presidencial? ¿Por qué las anteriores fueron diferentes?
Las cifras, que hablan solas siempre, esbozan una respuesta necesaria.
A partir de los datos actualizados del Centro Hispano-Paraguayo, de la Comunidad de Madrid, observamos que en cifras oficiales, el éxodo solamente a esta ciudad llega al promedio de 2.500 personas por mes, cifra que aumentó nada más y nada menos que en un 90% en relación con el 2005. En solo Madrid, ya hay más de 30.000 paraguayos. En otras ciudades como Barcelona, Zaragoza, Màlaga, Murcia, Oviedo, Las Palmas de Gran Canaria, las cifras son menores, pero no menos significativas. A pesar de que no existe una cifra exacta de la cantidad de paraguayos en toda España, los medios de prensa, y fuentes extraoficiales de ONGs, y organizaciones que trabajan la migración, apuntan a que actualmente, están en España 80.000 paraguayos. Cuando Nicanor Duarte Frutos fue electo en el 2002, habían 8.000 personas. La cifra aumentó un poco màs del 1000%.
A 16.000 kilómetros de distancia cada vez más compatriotas están poniendo su gota de sudor todos los días para poder vivir en una ciudad europea -donde los costos se multiplican en relación con nuestro país, en un 200%-, y enviar remesas al Paraguay, para colaborar con las economías de muchas familias en nuestro país. Cada vez más mujeres paraguayas se ocupan de los servicios domésticos: doméstica sin retiro, doméstica con retiro, limpieza de casas, cuidado de ancianos y ancianas, y los varones compatriotas están ganado terreno en la construcción, la hostelería, los trabajos de limpieza urbanos y la seguridad privada en las ciudades principales. Y la cifra en aumento no puede ser desestimada, a pesar de que las autoridades paraguayas señalan de que van a España "los que quieren ir". Tapando el sol con un dedo, no se podrá vivir todo el tiempo. Esta misma semana, el Aeropuerto de Barajas registró el ingreso de casi 300 "turistas" paraguayos, e impidió el ingreso a casi 100.
Por eso, estas elecciones son diferentes, desde la mirada del otro lado del mar. Desde un Paraguay que es real, y que ya no se puede negar. La migración a España es un poco un tomapulso de esta evidenciada realidad política paraguaya, en decadencia. Una llamada de atención dura, renuente a aceptar por muchos, pero, que se impone a fuerza de realidad, en la cotidianeidad de que quienes en los locutorios cuentan sus experiencias, y que como una especie de dominó, alienta a muchos compatriotas a "probar nueva suerte". Es un toque de alerta para todos, algo que grita a voces, que es necesario empezar a cambiar. Tal vez sirva la herramienta del voto, tal vez no. Nunca lo sabremos. Pero, los que están en el Paraguay imaginario de aquí dicen a los que están en el Paraguay real allá de allá que algo pueden hacer, en el cuarto oscuro, boletín de voto en mano, por empezar a cambiar las cosas. Ese paso creo, quizás con cierta ingenuidad, podría ser posible esta vez.