Lluvia. Lluvia y más lluvia. Frío, viento, el agua en los zapatos... la ropa mojada... pero, Silvio estaba. Estaba en Paraguay. Y qué importaba la lluvia! qué decía el frío! qué con el viento y el agua! el rabo de nube para llover sobremojado, no podian negar a siete mil almas paraguayas que lo esperaron simplemente toda la vida, la voz del cantaautor. Silvio estaba en el Paraguay. Irreal, ilógico... un extraño nosequé. Lo cierto es que junto a miles de gargantas, disfruté de su quebrada voz, de sus canciones y su poesía, de aquel cubano que me enseñó a entender el mundo de otra manera... a quien debo mi hoy... y no es parlantería... simplemente, Silvio representa aquella voz que en los tiempos aquellos, me fue enseñando que es posible vivir la poesía al tiempo de tratar de comprender este tiempo...
Gracias, querido Silvio Rodríguez. Gracias por venir a este país que estamos tratando de cambiar.