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jueves, 20 de mayo de 2010

Aquel caballero de la alegre figura


Utopía y política eran la vida de aquel caballero de alegre figura.

La utopía era parte cotidiana de su existir. Creía tanto en los hombres y en la buena voluntad de un mundo feroz, que se arrodillaba ante cualquier síntoma de cambio de una sociedad imperfecta... Hugonono gozaba de los pasos históricos de mi país, gozaba de cada grano de cada ladrillo que se iba poniendo en la construcción de una nueva sociedad.

La política era su infancia, su adolescencia y su juventud, viendo cómo es posible mediante las ideas, transformar. En su infancia, con aquella curiosidad de entender el por qué suceden las cosas... Ay Hugonono, este curioso niño... en su adolescencia, con entender que es necesario imponer un estilo de vida que cuestione al mundo... en su eterna juventud, con su amor... su aporte inteligente... su consecuencia...

Eso y mucho más fue este caballero que en una ruta desolada dejó su sangre...

Hugonono fue el hombre que entendió que el mundo este se vivía con valores que en este mundo no abundaban: el amor, la alegría, la entrega. Así fue que su corta vida fue desafiando a nuestro tiempo... que su alegre andar fue intimidando a una sociedad hipócrita, cuyos valores no caben en la lógica del amor...

Hugonono es el ejemplo que falta a un mundo que requiere de buenas obras... Hugonono es el tiempo que debe darse del tiempo cruel que se lo llevó... para entender que los caminos son otros, que la pureza de la ternura es la única salida que tiene el mundo y quienes aún lo habitamos para seguir vivos...

Hugonono, mi hermano al que lloro sin consuelo, ya ocupa un lugar entre las más preciosas estrellas, que en las noches de luna, hacen que siga viviendo...

2 comentarios:

Benno dijo...

Gracias, Eddie... Verle a Hugo y escucharle en tus palabras da fuerza para seguir...

Benno

Unknown dijo...

Describirlo tal cual fue Hugo, no podría haber llevado más ni menos palabras.
Felicidades Eddie, por mantenerlo vivo. No temas llorarlo sin consuelo, pues la partida del amado, nunca se olvida, ni se cura, ni se ocupa el lugar que ha dejado. Simplemente se aprende a vivir con su nueva presencia.
Fuerza compa.